LA MUERTE DE YULIANA. El lunes 5 de diciembre la capital colombiana se despertó con la noticia de un feminicidio atroz. La violación, tortura y asesinato de Yuliana Andrea Samboni, una pequeña de 7 años de edad, tiene conmocionado a todo el país.

El mundo se encuentra invadido por un sin número de actitudes violentas, desde los golpes calificados como impulsos incontrolables provocados por un momento de rabia, hasta las palabras desgarradoras que hieren y destruyen el alma de quien las recibe, incluso la violencia se puede entender también con actitudes o gestos despectivos en los que se busca herir al otro haciéndolo sentir inseguro o insatisfecho consigo mismo; la violencia se ha justificado desde siempre con argumentos políticos, ideológicos, religiosos, entre otros; y en nuestro país ha sido una constante que, tristemente, se ha apoderado de nuestra historia y la ha ido marcando con huellas imborrables.

Manifestaciones violentas existen muchas, todos alguna vez nos hemos sentido víctimas de la violencia verbal, de pronto de la violencia física, e incluso puede que nos hayan agredido psicológicamente en alguna ocasión. Muchas veces a los agresores les damos la razón por más injustificables que deban ser los tratos violentos, a veces entendemos por justicia un acto más violento como contrapeso al agresor.

Sin embargo hemos llegado al punto, como sociedad, en que tenemos una conciencia frente a los actos violentos y los calificamos de acuerdo a experiencias, sentimientos y emociones personales; la pregunta es: ¿Cómo procesa la violencia una niña de 7 años que es raptada, que es torturada, violada y no sabe por qué le tocó vivirlo? ¿Cómo siente ella los actos violentos al momento de agonizar? Quizá no sean preguntas adecuadas en un momento coyuntural como éste, pero haciendo un paralelo: ¿Qué tan diferente es la conciencia de aquella niña con la de una mujer que es violada en un parque (como el Parque Nacional, por ejemplo), que es empalada y que –puede suceder- quede viva? Incluso para no caer en el feminismo ¿Cómo es consciente un niño (hombre) del acto violento cuando su padrastro lo viola o lo obliga a sostener relaciones sexuales con él?

Lo cierto es que existe la violencia sin excusa, la que se realiza sin ninguna razón, que no tiene justificación racional. Hay actos violentos que simplemente suceden porque sí. Nos podemos preguntar una y otra vez el por qué de muchas cosas, preguntarnos infinitas veces qué estuvo pensando alguien para cometer actos tan horripilantes, podemos dar mil vueltas sobre las mismas preguntas y nunca tendremos una respuesta más allá del “así es la vida” o “esas cosas pasan”, y viene el circulo vicioso de costumbre y olvido; pasa esta noticia y otras vendrán.

Con el caso de Yuliana se plantean modificaciones a las leyes, a las condenas por estos crímenes, que sean más fuertes, que sean más justas; sin embargo lo que se necesita es efectividad en la investigación y agilidad en la decisión judicial, porque de nada sirve la cadena perpetua si el arquitecto Uribe puede pagarle al juez una suma importante de dinero para que le den arresto domiciliario, le rebajen la pena o hasta lo dejen en libertad.

 

Por:

Sofía Tribín